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​OBJETIVOS

 
Elisa Carrió, directora el Instituto, explicó en una de las primeras reuniones del Seminario Interno, "los distintos tipos de conocimiento deben ser objeto de un diálogo: el conocimiento práctico, el científico, el racional, el filosófico, el reflexivo, y el místico. Hay que restablecer un diálogo para encontrar una salida. Encontrar cuales son rasgos de la modernidad rescatables. ¿Qué paso con la razón moral en la historia? ¿Cuál es la duplicidad del sujeto? ¿Cómo es posible llegar a una profunda reflexión donde haya coherencia entre discurso y acto?. Creo que esto es lo que puede salvar al mundo, es decir, la palabra y el testimonio que obran".
 
¿Por que Hannah Arendt? Por Elisa Carrió
 
 
El primer libro de Hannah Arendt que llegó a mis manos fue Los orígenes del totalitarismo, y fue casi como un texto madre, fue un texto maestro ese tomo dedicado al nazismo. Allí comprendí, exactamente, lo que significaba la desaparición forzada de personas. Corrían los años setenta y pico, allí empecé a recorrer y a admirar la obra de esta gran filósofa del siglo. Mujer, judía, polémica.
 
 
Toda su obra está fuertemente impregnada por temas universales, que además se corresponden con cuestiones pendientes de nuestra propia identidad: pensar la política, analizar la República, defender la democracia, respetar y alegar sobre la vida del espíritu.
 
 
Uno de los libros que más me impresionó fue, -aún más que La condición humana-, La vida del espíritu, allí ella se refiere específicamente al espectador, a la ética de la acción como condición impuesta a la vida del espíritu.
 
 
El descubrimiento de que sólo el espectador, jamás el actor, puede conocer y comprender aquello que se ofrece como un espectáculo.
 
 
Ese retirarse a pensar, ese abstenerse de la pura acción, esa condición indispensable del ser humano que supone la reflexión y la interioridad es uno de los textos que más me ha impresionado de Arendt.
 
 
Este Instituto quiere ser eso, un lugar, un espacio, donde seamos espectadores, donde nos retiremos a reflexionar, a dialogar. También quiere ser un espacio lúdico, como en definitiva fue la vida de ella. Un espacio para vivir, pero no en la pura acción, en el puro acto, sino en aquella riqueza del espíritu que permite entender la política como el arte de volver a comenzar.
 
 
Algunos han criticado que hayamos elegido Hannah Arendt porque había sido amante de Martín Heidegger, quien había tenido complicidad con el nazismo. Por eso es bueno explicar que uno elige a las personas por sus obras y no por sus amantes y que en todo caso lo que nadie puede discutir es que estuvo en la resistencia, que formó parte de lo mejor del pensamiento liberal de izquierda del siglo XX y que es mujer. Que no tiene las mismas creencias religiosas que una y que fue capaz de pensar los procesos más aberrantes y complejos de la época que le tocó vivir.
 
 
Ese impulso del espíritu y esa racionalidad enorme que signó la vida y la obra de Hannah Arendt nos dieron el nombre y que esto genere polémica también es interesante para desmontar estereotipos, para conocer historias, para expresar el espíritu que va a guiar al Instituto: retirarse a pensar, a conversar, no para quedarse ahí, sino para salir a la acción con reflexión, a la acción con principios, a la acción con la profunda pasión de un carácter forjado en la vida del espíritu.
 
 
 
Lograr una formación de conciencia crítica y mirada sobre el mundo desde una base humanista para construir un espacio abierto a la ciudadanía, donde se reflexione sobre ética, sobre política y sobre cultura, en un lugar de encuentro entre el ámbito académico y la acción política.
 
 
La formación que ofrece el Instituto, en sus diversas actividades, -Curso General, Conferencias, Seminarios, Paneles, Talleres-, está destinada a construir una estructura de pensamiento y de mirada cultural que presida la acción política, vida del espíritu y de la cultura, sin la cual la acción es ineficiente, injusta e irresponsable.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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